Suelo �rido

Deje de sembrar semillas en suelo árido, no por falta de fe sino por un mar sediento de sentimiento y agitado de premura.

De no dejar que el suelo sane sus heridas, por no dejar que asuma su desdicha, su drama infinito y sus desmanes.

Comencé a rezar al Dios del olvido y de los pies descalzos, aquel que se empeñó en irse sin avisar, sin decirme que la vida es tormenta y arena, cenizas, nubes de algodón gris.

Y me dejó en la piel con un tono a melancolía sin decir por qué, qué hice para merecerlo, me dejó como meretriz soñando con un principe con sangre, sin explicación alguna de porqué está refriega de realidades envenenadas.

Dejé de sembrar aquel día que se volvió noche, que se lleno de bruma y recuerdos nostálgicos, dejé ese soñar despierta con los ojos cerrados.

Dejé de sembrar cuando vi mi caldero vacio en llamas, rojo, añil del sin sabor, ese día, justo ese día lo dejé. Isa A.